Escribí esto hace unos 2 años. Me recuerda que este asunto de la vida es una espiral.
Olvidó sonreír. Olvidó cómo era dejarse llevar por el momento. Dejarse arrastrar por la corriente y abandonar todo indicio de razón. Inesperadamente se sintió sin valor. Con el corazón oprimido por la fuerza de su mente; sí, una de esas ideas que se instalan en el subconsciente y no dejan actuar aunque se quiera. Aunque se haya estado deseando. Como un pánico escénico que obliga a pensar en lugar de animarnos simplemente a improvisar. Improvisar. Dejarse llevar. Nadar con la corriente. Todo parece un tren de palabras con algunos puntos suspensivos como polizontes. Sin destino fijo, las vías guiándolo sin más hacia la desesperación de lo desconocido. O mejor dicho, de lo desacostumbrado. De lo olvidado.
Otra vez el olvido. Otra vez el vacío. Otra vez el arte esquivo de la realidad. Y maldice el miedo, porque con él sus ganas resultan extras prescindibles en una obra de la que se ha vuelto director obsesionado con la perfección. Con la banda sonora de lo que ahora se ha convertido en una película. Con los ángulos, con la composición, con el guión. Con las palabras de una novela que no sabe cómo escribir. Lo peor del asunto es que todo está en su mente, y lo sabe. Y ya no ve el vaso medio lleno. Ni siquiera sabe qué es lo que tiene dentro… y ha perdido la mirada tratando de averiguarlo.
Olvidó sonreír. Olvidó cómo era dejarse llevar por el momento. Dejarse arrastrar por la corriente y abandonar todo indicio de razón. Inesperadamente se sintió sin valor. Con el corazón oprimido por la fuerza de su mente; sí, una de esas ideas que se instalan en el subconsciente y no dejan actuar aunque se quiera. Aunque se haya estado deseando. Como un pánico escénico que obliga a pensar en lugar de animarnos simplemente a improvisar. Improvisar. Dejarse llevar. Nadar con la corriente. Todo parece un tren de palabras con algunos puntos suspensivos como polizontes. Sin destino fijo, las vías guiándolo sin más hacia la desesperación de lo desconocido. O mejor dicho, de lo desacostumbrado. De lo olvidado.
Otra vez el olvido. Otra vez el vacío. Otra vez el arte esquivo de la realidad. Y maldice el miedo, porque con él sus ganas resultan extras prescindibles en una obra de la que se ha vuelto director obsesionado con la perfección. Con la banda sonora de lo que ahora se ha convertido en una película. Con los ángulos, con la composición, con el guión. Con las palabras de una novela que no sabe cómo escribir. Lo peor del asunto es que todo está en su mente, y lo sabe. Y ya no ve el vaso medio lleno. Ni siquiera sabe qué es lo que tiene dentro… y ha perdido la mirada tratando de averiguarlo.
I want so badly to believe
that there is truth,that love is real;
and I want life in every word,
to the extent that it's absurd.
- The Postal Service
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