20090717

Desde el espejo

Desde el espejo todo parece más fácil. Puede ser que por eso me asuste a veces la silueta del otro lado. Sobre todo durante un apagón. Bañada en penumbras, la figura que observo frente a mí me resulta tan misteriosa y desconocida, que parece no ser yo, sino otra versión de mí. Una más oscura, más egoísta, tal vez. Como si todo aquello que oculto al mundo exterior quedara de pronto expuesto, sin protección alguna ni para mí, ni para quienes me rodean. Como un alma desnuda que, para no morir de frío o desesperación, decide alimentarse de los miedos o inseguridades de los demás. Incluso de sus recuerdos, manjares devorados ávidamente para poder poseer más historias de las que se puede imaginar.

No obstante, el reflejo es siempre objetivo. Puede ser más bien que yo no lo sea tanto. Puede ser que el miedo a la oscuridad, aparentemente superado a temprana edad por la mayoría de las personas, en
realidad se convierta en un temor latente en nuestra mente y nuestra memoria. Un temor al mundo detrás del espejo. Un temor a esa versión desconocida de cada uno de nosotros mismos.


Aún con todo esto, creo que lo verdaderamente difícil de devolverle (y sostenerle) la mirada al "yo" alternativo es no discernir en sus ojos la diferencia entre la luz natural o ambiental, y la que debería emanar de ellos. O sea, que los colores en las pupilas comienzan lentamente, poco a poco, a convertirse en sombras grises que se funden con el escenario. Y entonces el rostro se transforma gradualmente en una especie de máscara de yeso, sin expresión alguna que pueda ser sujeto de identidad. Sin embargo, sabemos que ésta está ahí, en algún lugar recóndito de nuestro ser, o quizá sólo está escondida tras el marco del espejo. Aunque tal vez la persona ideal, ese "yo" perfecto (o imperfecto) que queremos ser, prefiere permanecer oculta a nuestra propia mirada. ¿Quién sabe? Puede ser que haya una remota cantidad de universos entrelazados entre sí, de los cuales sólo percibimos uno de tantos posibles reflejos, como mirarnos en el agua y no poder distinguir con claridad el fondo. Puede ser que el punto de conexión entre esos mundos, entre esas identidades, sea precisamente el plano copiado de nuestro entorno, con nuestra imagen impresa, que decidimos colgar sobre un muro cualquiera.

Tal vez sólo basta reunir el coraje necesario para atravesar ese plano. Tal vez se pueda explorar cuanto queramos, conocer y convivir con todas nuestras versiones, las del pasado, presente, y los posibles futuros. Tal vez todo sea más fácil del otro lado del espejo.

Who is the man I see
where I'm supposed to be?

- Keane




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