20100302

De sueños y ausencias (El Cometa, parte 4)


-Hace ya tres meses que no sabemos nada del Dr. Josef Herz.

En la sala de prensa, el Dr. Grund se dirigía a reporteros, investigadores y miembros de la comunidad científica en general. No obstante, todo el país estaba pendiente de sus palabras: ingenieros, arquitectos, doctores, escritores, poetas, escultores, futbolistas, cineastas... en fin, el paradero de tan apreciada figura era todo un misterio. Y no era poca cosa. Por la ultranet ya circulaban todo tipo de hipótesis acerca de los efectos del cometa sobre diversos factores: el curso de la nave, el desempeño de los instrumentos, una increíble fuerza de gravedad (física y temporal) dirigiendo sin control el vehículo espacial; incluso se manejaba una teoría asegurando que el doctor se había internado en un portal interdimensional, y se había extraviado para siempre.

-¿Qué medidas se han tomado al respecto? ¿Es posible determinar un cuadrante aproximado a su posición? ¿Es cierto que el Dr. Herz se quitó la vida, como muestra el video rondando por la red?

-Por favor, por favor, señores. Guarden la calma, contestaré una a una sus preguntas. Hemos enviado todo tipo de señales hacia diversos puntos de nuestra galaxia. Ondas de luz, gas cósmico, robots con mensajes holográficos y coordenadas predeterminadas. Todo lo que ha estado a nuestro alcance ha probado ser insuficiente. Por ahora, no hemos podido calcular una posición ni remotamente aproximada a la ruta programada originalmente. Es como si... como si se hubiera esfumado, sin dejar rastro.

-¿Qué hay del famoso video mostrando a Herz despidiéndose melancólicamente de su familia y amigos, como dando a entender un suicidio?

-Como he dicho ya en repetidas ocasiones, eso no es más que un montaje para tratar de desacreditar al doctor, su carrera y, de paso, a esta institución. Debo aclarar que en ningún momento se vio amenazado su puesto o su reputación en este observatorio, por más extrañas que parecieran su investigaciones. Al contrario, se le ha brindado siempre todo el apoyo necesario para llevarlas a cabo (admito que muy a mi pesar), y esta vez no ha sido la excepción. Además, mis colegas, aquí presentes, no me dejarán mentir al respecto. Josef posee un delicado equilibrio entre su razón y su intuición, es cierto. Pero nunca ha habido un motivo lo suficientemente fuerte como para causarle una depresión de esa magnitud. Yo mismo me atrevería a asegurar que nada lo tenía tan preocupado como la posibilidad de no poder perseguir ese dichoso cometa, y eso ya lo está haciendo. Evidentemente, no sabemos aún si ha tenido éxito o no.

-¿Puede explicar o desmentir los rumores acerca de una posible falla en su astro-cápsula?

-Puedo desmentirlos, y lo haré. Todo ese asunto sobre la gravedad temporal, o partículas del cometa impactando en el fuselaje de la nave, no tiene ninguna clase de fundamento. La cápsula está especialmente diseñada para repeler cualquier tipo de radiación proveniente del cometa, así que es altamente improbable, por no decir imposible, que los instrumentos de navegación hayan sido afectados por alguno de estos factores...

La conferencia de prensa le resultó mucho más larga de lo previsto. Horas después, en la soledad de su oficina, Grund escribe un reporte a sus superiores sobre el estado oficial de la misión. Escribe, a pesar de su falta de voluntad. Se resiste, sin éxito, a plasmar en papel sus conclusiones. Sus frías, pesadas y tristes conclusiones, como si con cada palabra fuera tomando forma una realidad que no desea admitir, pues es tan oscura como la tinta siendo absorbida en cada hoja.

Se le quiebra la garganta. La mirada, ausente. Los gestos llenos de ansiedad. No. Se rehúsa a aceptarlo. Al menos sin información definitiva. "Por Dios, doctor, ¿qué más información necesita que la falta de ella, precisamente?", se repite a sí mismo hasta el cansancio. No obstante, hay algo en él que lo detiene, un sentimiento poco explorado hasta ahora. Lo que nadie sabe, ni siquiera la gente con quien convive a diario, es que aún con sus diferencias, pese a sus acaloradas discusiones, con teorías totalmente opuestas, no puede dejar de reconocer para sus adentros que Josef Herz, más que su rival, es lo más cercano a un hermano para él. Después de todo, han peleado casi desde que se conocen, pero de igual forma se preocupan el uno por el otro, como en cualquier relación fraternal. Sabe que debió haber hecho un esfuerzo mayor en sus intentos por disuadirlo de esta locura. Ahora ésta parece no tener fin. Está consciente de la buena causa inherente a ella: la felicidad de Herz. Tal vez por eso no insistió más, y dejó hacer a Josef cuanto quisiera. A fin de cuentas, ¿qué objeto tendría discutir con él, sin un motivo que lo impulsara a rebatir sus estadísticas y cálculos matemáticos? Porque, de haber desistido de su investigación, el doctor Herz se habría convertido, con el paso del tiempo, en un auténtico ejemplo de un alma sin color. Desilusionado, sin más metas próximas, sin retos. ¿Y qué es la vida sin sueños que perseguir? Simplemente un paraje pantanoso de hostilidad y frustración, que habitaríamos como fantasmas vagando en nubes de apatía y desolación.

Se le quiebra la mirada. Los gestos, ausentes. La garganta llena de ansiedad. En este momento, el Dr. Nikolai Grund acaba de darse cuenta que quizá sea esta la enseñanza más importante de Josef Herz. No sólo para él, sino para todo el mundo. Y lo peor es que no puede hacer nada más que revolcarse en este fango de impotencia e incertidumbre...



1 comentario:

  1. no sé qué dolerá más... si el hecho de transformarse en un cascarón de alma marchita por no vivir o las desilusiones a las que tenemos que enfrentarnos por hacerlo.

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