20100311

Cosecha

Las manzanas caen sobre la acera, semejando un montón de pelotas de tenis. Rebotan. Ruedan. Algunas se pierden en los confines del sistema de alcantarillado. Otras más afortunadas llegan a manos de algún niño con hambre y suerte suficiente para disfrutarlas en toda la extensión de su imperfecta circunferencia. Un perro toma una, mueve la cola alegremente de lado a lado, y echa a correr, satisfecho con el fortuito botín que ha conseguido.
A contraluz, la franela a cuadros rojiblancos se convierte en un puñado de flores de cerezo. Descienden, tan lentamente como flotan los pétalos que se han desprendido de la flor, cargados de ilusiones y esperanza. La gravedad les imprime un carácter nostálgico y retrospectivo, contrastando con el aire renovado de azul humedad.
La canasta de mimbre ha resultado en un conjunto prematuro de otoño: pequeños trozos de virutas se dispersan poco a poco sobre el suelo, testigos de los pasos displicentes de los niños con camino a la escuela, y forman un efímero camino que se funde con el paso del viento.

Bajo el alegre amarillo del sol, los árboles parecen hablar entre sí, contándose los secretos de los enamorados. Las aves comparten pedazos de nube con el tiempo. Las ranas se comen los instantes y los lirios respiran sobresaltos. Y mientras, ella es feliz. Ha decidido dejar atrás su presente y su pasado. Incluso, podría decirse, su futuro.
¿Cómo se deja atrás algo no acontecido aún? Tal vez atrás no sea la expresión exacta. O, mejor dicho, tal vez no sea el suceso lo que se deja atrás, sino uno mismo tratando de olvidarse de sí, al menos temporalmente. Pues eso. Al menos de momento, se liberó de todos sus recuerdos, incluyendo el propio. Sus planes se convirtieron de pronto en mariposas a merced del viento. Sus preocupaciones, en grises nubes apartándose rápidamente de su entorno, hacia las colinas más lejanas de su paisaje interior. Su nombre gradualmente deviene en un vago sonido que cantan las cigarras.

Lo único que la une a la realidad es la certidumbre de que, después de una angustiosa espera y un desfile de estaciones, por fin lo verá. Por fin vuelve. La atmósfera se pinta de violeta, de rosado y de naranja cuando están juntos. Es entonces cuando se dedica verdaderamente a guardar en su memoria cada segundo que pasa con él, como un raro e invaluable objeto. Y es así que las manzanas son de pronto pelotas de tenis. Pues ella prefiere, casi por sobre todas las cosas, la cosecha de recuerdos.

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