20100518

De Ícaro y un gato con tres pies

Soñé que mi gato tenía tres pies. De pronto maullaba y trepaba por las paredes, feliz. Porque a pesar de su inexacto número de extremidades, no había disminuido su agilidad. Usaba su cola para impulsarse, e incluso me atrevería a decir que, más que una desventura, su condición le había favorecido, pues se había descubierto capaz de sobreponerse a cualquier eventualidad del tipo que llamamos altamente traumática.

Soñé que el cielo se tornaba amarillo, con abundantes matices rosas. Sí, como en la película. Volaba hacia él y cometía la osadía de morder una nube. Sabía a vainilla. Tal vez un poco a fresa. Inesperadamente, me sentí una especie de Ícaro suicida: queriendo acercarme cada vez más al sol, sabiendo que mis alas no resistirían el calor... haciendo caso omiso a mi precavido subconsciente. Así que entre más alto estaba, mi vértigo crecía. Conforme la cera que unía las plumas se derretía, comenzaba a perder velocidad. Pero no me importaba. Tan sólo quería llegar tan alto como me fuera posible, hasta que dejarme caer resultara tan gratificante como lo había sido volar. Y entonces, precipitarme al vacío con la misma libertad que lo hace una gota de agua. Con la misma certidumbre. Con la misma claridad.

Y mientras dormía, el tiempo se daba el lujo de detenerse. La lluvia se convertía en una cortina infinita de granizo. La luna matutina se paralizaba, como reconociendo su intrusión en el espacio. Entonces los pájaros intentaban comérsela; inmóviles, tendrían que conformarse con un baño de luz filtrada por los árboles. Las estrellas agradecían flotar indefinidamente, con el viento partícipe y testigo, sus brazos traspasándolo en un abrazo inconcluso. Y yo veía todo como a través de un espejo. Como desde un beso.

Abro los ojos y recibo un golpe de realidad. Caigo en la cuenta, una vez más, de que a pesar de mis intentos todo sigue transcurriendo. Sin importar mis esfuerzos por juntar plumas y cera, al final no sé volar. Y con todo y mi tendencia natural a complicar lo simple, ni siquiera tengo gato.

Faster than the setting sun we'll run away.

-Fyfe Dangerfield


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