20101011

De semanas y estaciones


Lunes. No sabes si despertar o quedarte dormido. No sabes si enfrentarte a la monotonía de la realidad. Ni siquiera estás seguro de que ésta sea la realidad. Sólo sabes que existes, sí, pero: es estar aquí todo lo que quieres?No te gustaría moverte, viajar, recorrer países? O mejor, crear nuevos mundos?

Terminas por despertar y decides que el rompecabezas que has estado intentando resolver está en tu mente y nada más. No hay piezas, aunque sí hay huecos sin llenar. Escribes, esperando rellenar ese vacío con palabras ligeras escogidas al azar. Escribes, esperando. Escribes esperanza. Después lo que lees parece no tener demasiada coherencia. Tal vez sólo la tiene cuando tu mente va dictando a tus dedos los pasos a seguir. En ese preciso instante en el que tu universo se calla y lo único que escuchas es tu voz en el interior de tu cabeza. Pones atención a su relato, pero lo haces a medias, porque tienes temor de que tus sueños se mezclen demasiado con tus secretos, y ya no distinguir unos de otros, hasta el punto en que se fundan y tengas que gritar para sacarlos.

Las mañanas y las noches dialogan en un conteo infinito de postes de luz. Las semanas transcurren sin inmutarse, como en cables de teléfono a través de una ventana de este tren de incertidumbre. Las mañanas y las noches dialogan en un conteo incesante de tardes, estaciones y caminos.

Y mientras transitas por esta irrealidad, tratas de refugiarte en una sonrisa que te devuelve la cordura que no quieres. Sólo quieres mirarla fijamente, y conversar de tardes y recuerdos. Quieres saltar del tren con ella para viajar a un mundo nuevo y a la vez conocido. Quieres dejarte de palabrerías insulsas. Así tal vez un día puedas partir de la estación de sus ojos, y quizá puedas llegar al destino que encierra su boca.

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